Ab Roma Infera (Episodio 4): EL diablo en la Antigüedad Tardía (Parte 2): Combatiendo a los demonios. Exorcismos + El poder de los nombres

Bienvenidos a un nuevo episodio de Ab Roma Infera.

Hoy, abordamos la segunda parte de nuestro capítulo doble dedicado al diablo en la Antigüedad Tardía. Y si en la primera parte nos centramos en la demonología, tanto de tradición greco – latina como hebrea que luego llega al cristianismo, y hablamos también de los tipos de demonios (que asimila este cristianismo) y de su clasificación en grimorios, hoy vamos a dar un paso más allá y, ya que conocemos al diablo, vamos a centrarnos en las formas con las que contamos (con las que contaban los antiguos) para combatirlos.

Para ello hablaremos del exorcismo: uno de los rituales más populares y conocidos para combatir a los demonios. Por ello nos centraremos en la etimología, origen y evolución de los exorcismos a lo largo de la historia antigua. Nos acercaremos, así mismo, a la figura del exorcista (que es un taumaturgo, un sanador y a la vez un instrumento de la divinidad).

Estudiaremos las diferentes tipologías de exorcismos, los materiales utilizados, las oraciones y frases que manejaban los exorcistas y en general la metodología utilizada.

Dedicaremos la última parte del capítulo a analizar el significado que los pueblos de la antigüedad daban a los nombres, hablaremos de los nombres secretos, de los nombres de los dioses y también de los démones (ya que estos espíritus también tienen nombre…lo que pasa es que nos lo conocemos). Conocer el nombre auténtico de algo te da poder sobre ello, de ahí por ejemplo la cantidad de nombres y apelativos que manejan las entidades sobrenaturales. 

Ab Roma Infera (Episodio 3): El diablo en la Antigüedad Tardía (parte 1). Demonología y tipos de demonios.

La corte infernal, según el ilustrador decimonónico Gustavo Doré

Volvemos a la saga Ab Roma Infera para centrarnos en la figura del diablo, de los demonios y del resto de seres infernales que pueblan en mundo de la Antigüedad Tardía. 

De los espíritus y de los seres del mundo intermedio propios del mundo pagano, pasamos a la concepción que el cristianismo tiene de estas entidades, que enseguida asimila a los diablos.

El universo de lo diabólico durante los primeros siglos del cristianismo es una especie de cajón desastre en donde, junto a estas entidades (lémures, fantasmas y otros) propias del culto greco latino, acaban entrando todas las religiones previas y todos sus dioses. Y por si esto no fuera suficiente, el cristianismo trae su propio catálogo de demonios y seres infernales heredados de las tradiciones semíticas, egipcias  y mesopotámicas. 

Y todo este proceso lo enmarcamos en el momento de crisis de valores por excelencia dentro del imperio romano, que es el siglo III. Un periodo difícil en el que, frente a la necesidad de protección del individuo, se abren paso cultos mistéricos y religiones salvíficas y a la vez se abre paso la magia de toda la vida (el viejo atajo que supone un pacto con las fuerzas del inframundo).

Credos mistéricos, religiones salvíficas, magia y sortilegios…todo confluye a la hora de forjar la rica demonología de la Roma cristiana de la Antigüedad Tardía.